El alcohol es un depresor: ralentiza tu cuerpo y tu mente. No todas las personas toleran las mismas cantidades de alcohol de la misma manera, y los efectos varían según cuánto se ingiere. Los efectos más comunes incluyen una sensación de relajación, desinhibición, una disminución en la coordinación y la concentración, balbuceo, cambios de humor intensos y dificultades para tomar decisiones.